jueves, 9 de agosto de 2012

09-08-12 Todo se sanseacaba

Y así ocurre en todo viaje, que lo que una vez empezó, alguna vez tiene que terminar. El título de la entrada es un simple homenaje a Mafalda, cuando se cumple el 615 aniversario de la primera vez que la leí de pequeñito, no entendía nada, pero me reía igual y me hacía pensar casi lo mismo.


Dejamos Chateaubriant y, sin destino fijo ni dónde caernos muertos (o dormidos) seguimos yendo hacia el sur, donde hace calor.

Y vaya si hacía calor. Nos preguntábamos en ese momento que si en Bretaña hacía 35 grados qué no sería el cálido y agradable Madrid que nos esperaba al día siguiente.

En esto pensábamos cuando llegamos a Guérande, de donde la famosa sal. Pueblo amurallado y fortificado.. y petado de gente.


Dada nuestra apremiante necesidad de buscar alojamiento (recordamos que habíamos huido del tongo-bosque de Broceliande dejando plantados a unos señores de una casa rural) nos dejamos aconsejar por la señora enjuta de información que nos mandó a Saint Nazaire, dado que en Guérande sería imposible encontrar nada.

Hasta llamó a un hotel y les dijo que iríamos. El tal hotel era el Le Korali, sito en medio de unas obras que ni la reconstrucción de Sarajevo. Sin duda, Korali, en bretón, significa Hotel del Miedo.

La foto está cogida del internés y no refleja ni por asomo el pánico que nos entró al verlo.

En frente había otro hotel en el que la amabilidad y picardía del hostelero bretón medio quedaron  patentes. ¿Precio para una noche (eran las 7 de la tarde)? No sé cuánto nos dijo, como 70 euros.
Lo curioso es que nos lo dijo mientras nos adentrábamos en un pozo oscuro lleno de escombros, escaleras de obra, botes de cemento y mientras nos enseñaba el interior del hotel, construido en 1955 y no tocado desde entonces.

Nos dio también mucho miedo y huimos. Menos mal que acabamos en el Holiday Inn, en una cuca plaza, con su centro comercial y su base de sumbarinos de la II Guerra Mundial. Lo normal.
Tras pedirle matrimonio a la chica de recepción y constatar que Saint Nazaire tiene el encanto de un párking subterráneo pusimos pies en polvorosa hacia lo que habíamos visto más mono en los alrededores: Guérande. Nuestra última visita en Bretaña 2012.

Nos adentramos en su casco medieval, en sus callejas con casitas de entramado de madera, sus montones de restaurantes, sus millones de personas, su iglesia... su fiesta folclórica donde tocaban unos chienflutes (recuerden, perroflautas) llamados algo así como El Tipo Gordo de las Botas Rojas o Los pesados que tocan estilo Celtas Cortos de las Botas Rojas... no sé, algo de las Botas Rojas.

Ese era el día en el que Usain Bolt tenía que machacar en los 200 metros en los Juegos Olímpicos y unos turistas de sillonbol como nosotros no podíamos dejar de presenciar el evento, con lo que, tras el paseo, nos pusimos a la búsqueda de una tele como dios manda, en un lugar con su tirador de cerveza como dios manda.

Y lo encontramos, si bien lo que más nos costó fue hallar la joyería de guardia para comprar los anillos para declararnos a las camareras. Salvo eso, el lugar estaba en la plaza, al pie de la iglesia y las pizzas eran extraordinarias (aunque para descontento de P. tenían queso del fuerte muchas de ellas).


 Sentaditos a cenar teníamos la catedral a dos pasos


Así de cuco era el Café du Centre, donde vimos a Usain Bolt ganar los 200 metros y donde los mosquitos eran mutantes

Y todo se acaba, mes amis. El resto fue tomar un heladito, volver a Saint Nazaire y acoplarnos la mañana siguiente en nuestro avioncito de vuelta a Madrid tras una hora extra de espera, cortesía una vez más de Iberia.

Y el año que viene, seguro que más, porque el Festival de Lorient ha tenido a bien que en 2013 la estrella invitada sea nada menos que ¡Asturias!, con lo que ya nos estamos viendo acodados a la barra de la super carpa asturiana viendo cómo jotas, miuñeiras y meñiques pasan ante nuestros ojos.

Y no nos importa que Bretaña cierre pronto, ni que sea un país de payasos, ni que las bombardas sean, efectivamente, armas de destrucción masiva, ni que el hostelero bretón tienda a la bordez, ni que los señores bretones con mochila no nos dejen ver en los desfiles, ni que el gepeese no sea capaz de encontrar lugares como Kérplouc o Plougastro..

No nos importa, porque Bretaña es una región estable, magnífica y estable (ah, que ya lo he dicho). Es que es muy estable.

Con suerte, igual el año que viene volvemos a ver el Circo Massimo, al primo del señor Jilguero, a Hélène, a Aysé o a Maud. Y a Tati, a María y a Gabrielle. O incluso a Monsieur Poubelle, quién sabe.

No se puede acabar esto más que de una forma y es como el año pasado:

Bretaña, Zona Húmeda
Bretaña, una región estable
Bretaña

On y reviendra, Breizh.

09-08-12 ¡¡Por fin unas ruinas!!

Puestos en modo pàs y huyendo como estábamos, una propuesta se hizo irresistible: ¿Chateaubriant?

Chateaubriant era uno de los lugares que nos habíamos dejado en el viaje anterior por visitar dado lo cargado de la agenda. Promesa de castillo y de carne con denominación de origen que esta vez no dejamos pasar.

Aunque, desde luego no fue gracias a Pili, nuestro GPS, que decidió torearnos un poquito por las carreteras comarcales de la zona.

Claro, que eso nos pasa por poner como punto intermedio del trayecto el Museo de Coches Clásicos de Lohéac. Menos mal que la blackberry nos permitió descubrir que la tarifa era de 10 euros y pudimos evitar otro tongo más en el viaje y, así, llegar a otro lugar bretón, es decir, a otro lugar que cierra pronto.

Esto vuelve a tener su lógica: ¿castillo súper renombrado? ¿un lugar que da título a un tipo de corte de carne? ¿mes de agosto? Tó cerrao. Ahhhh, claro, que eran las 13,30. Non, non, non, non, non. La cuisine est fermé. Desolé. Ohhh, pàs, pàs, pàs. A esas alturas hubiéramos llamado a Santiago Segura, pero el del Día de la Bestia, para que la emprendiera con la escopeta de cañones recortables con todos los locales de cocinas cerradas.

 Con 35 grados a la sombra, voilà, la catedral de Chateaubriant
(que en francés quiere decir Pueblo Cerrado)

Afortunadamente, conseguimos localizar, bajo el sol abrasador, un local de MUY agradable jardín, con una MUY agradable parrilla de leña y una MUY rica carne que se apiadó de nosotros y nos dio de comer. Eso sí, menos mal que queríamos carne, porque ya nos pre advirtió que dadas las horas no nos iba a dar nada más.

Bretaña cierra MUY MUY pronto.

Para que se hagan una idea de los puñeteros horarios bretones, las fotos que ahora verán del castillo están tomadas entre las 3 y las 4 de la tarde, después de una larga y ancha comida con vino y café. Estanlocosestosbretones.

Pues eso, que bien comidos, nos acercamos al castillo y básicamente nos colamos en él. A día de hoy ignoramos si había o no que pagar, ni dónde, creemos que sí, pero nos hicimos el turista despistao y nos metimos en el lugar que se muestra a continuación y sobre el que pa qué más palabras.

Bueno, quizá sólo unas pocas, las de P., amante confeso de las construcciones en ruinas que ante la visión de los restos del castillo, afirmó vehemente y asombrado: ¡¡por fin unas ruinas!!.

Helas.










09-08-12 Arturo, un tongo y el Modo Pàs

Jueves, el día del tongo que todo viaje tiene que tener.

El año pasado fueron los monumentos tongolíticos de Locmariaquer, y éste, el tongo-bosque de Broceliande, donde se ubica la leyenda de Arturo, Morgana, Merlín, Lancelot... TONGO.

Allá que nos vamos, muy contentos de tener reservada casa rural en pleno bosque broceliandés.

El día comienza con un clásico, la visita a una sidrería. En este caso, ya conocida, pues se trataba de nuestra primera sidra bretona.



Voilà le paillase

El camino hacia Broceliande nos permitió admirar la fauna local, ya se sabe, los camellos.

 Estánlocosestosbretones

Incautos de nosotros, e ilusionados -todo hay que decirlo- llegamos a la oficina de turismo de Paimpont (léase peimpón o tenis de mesa), sita en un lugar que, de entrada, nos asustó.



Y eso que no vieron al poseedor de la tal burra.

En fin, el lugar era éste:



En Paimpont nos hallábamos como centro de actividades que era donde aprehender teóricamente el espíritu artúrico, pero ya empezamos mosqueados ante la presencia en la oficina de turismo de literatura excesivamente profusa sobre las leyendas, muñequitos de Merlín, súper maqueta de la zona...

Nos informamos y la comercial de la oficina de turismo (y digo comercial porque era de las de técnica agresiva estilo inmobiliaria) nos empieza a loar las alabanzas del lugar y nos pretende convencer de que para ver la fuente de nosequé, donde fulano prometió amor eterno a mengana (o sería Morgana?), el sendero de nosecuál donde refulgía la espada por encima de las tinieblas, el roble pepito y cuatro chateaux patatez teníamos que pasar allí... ¡¡dos días!!

Nuestra conversación fue: pues haga el favor de hacernos el favor de llamar a la casa rural que tenemos reservada y les dicen de nuestra parte que se nos ha olvidado echarle de comer al periquito y que igual nos hemos dejado abierta la llave de paso del gas y que tenemos que volver urgenetemente a España. Ah, y que si saben contar, pues eso.

Sí, lo sabemos, está mal, pero habíamos entrado (yo, más en concreto) ya en MODO PÀS, abducidos por Broceliande-Tongoceliande.

El modo pàs consiste en que a toda propuesta que surja en el seno del grupo uno contesta pàs, pàs, pàs, si es posible jilguereando al modo bretón. Como los niños pequeños se crizan de brazos y le dicen que NO a todo. Pues así.

La entrada en barrena en el modo pàs hizo que huyéramos de allí sin rumbo fijo, siempre hacia el sur, sonde hacía calor (recuerdo para Maud), acercándonos a la zona nantesca (o nantesiana) y dejando, esperemos que para siempre, a Arturo en su tongo-bosque.

Durante este trayecto, entre Paimpont y la costa (unos 120 km) volvimos a cruzarnos con varios circos.

Como el viaje va tocando a su fin, queremos recordar en estas líneas de nuevo a esos grandes profesionales de la farándula, a esos funambulistas, domadores de pulgas, contorsionistas... y, por supuesto, payasos. Un recuerdo nostálgico para Joseph Boulogne, los hermanos Fratelli, el signore Zavatta, monsieur Jean Richard Pinder (Bueno) y en general a esa pléyade de artistas yan necesaria en un país en que la familia media, y estable, está formada por un padre, una madre y tres niños pequeñitos.

Bretaña, país de payasos.