jueves, 9 de agosto de 2012

09-08-12 ¡¡Por fin unas ruinas!!

Puestos en modo pàs y huyendo como estábamos, una propuesta se hizo irresistible: ¿Chateaubriant?

Chateaubriant era uno de los lugares que nos habíamos dejado en el viaje anterior por visitar dado lo cargado de la agenda. Promesa de castillo y de carne con denominación de origen que esta vez no dejamos pasar.

Aunque, desde luego no fue gracias a Pili, nuestro GPS, que decidió torearnos un poquito por las carreteras comarcales de la zona.

Claro, que eso nos pasa por poner como punto intermedio del trayecto el Museo de Coches Clásicos de Lohéac. Menos mal que la blackberry nos permitió descubrir que la tarifa era de 10 euros y pudimos evitar otro tongo más en el viaje y, así, llegar a otro lugar bretón, es decir, a otro lugar que cierra pronto.

Esto vuelve a tener su lógica: ¿castillo súper renombrado? ¿un lugar que da título a un tipo de corte de carne? ¿mes de agosto? Tó cerrao. Ahhhh, claro, que eran las 13,30. Non, non, non, non, non. La cuisine est fermé. Desolé. Ohhh, pàs, pàs, pàs. A esas alturas hubiéramos llamado a Santiago Segura, pero el del Día de la Bestia, para que la emprendiera con la escopeta de cañones recortables con todos los locales de cocinas cerradas.

 Con 35 grados a la sombra, voilà, la catedral de Chateaubriant
(que en francés quiere decir Pueblo Cerrado)

Afortunadamente, conseguimos localizar, bajo el sol abrasador, un local de MUY agradable jardín, con una MUY agradable parrilla de leña y una MUY rica carne que se apiadó de nosotros y nos dio de comer. Eso sí, menos mal que queríamos carne, porque ya nos pre advirtió que dadas las horas no nos iba a dar nada más.

Bretaña cierra MUY MUY pronto.

Para que se hagan una idea de los puñeteros horarios bretones, las fotos que ahora verán del castillo están tomadas entre las 3 y las 4 de la tarde, después de una larga y ancha comida con vino y café. Estanlocosestosbretones.

Pues eso, que bien comidos, nos acercamos al castillo y básicamente nos colamos en él. A día de hoy ignoramos si había o no que pagar, ni dónde, creemos que sí, pero nos hicimos el turista despistao y nos metimos en el lugar que se muestra a continuación y sobre el que pa qué más palabras.

Bueno, quizá sólo unas pocas, las de P., amante confeso de las construcciones en ruinas que ante la visión de los restos del castillo, afirmó vehemente y asombrado: ¡¡por fin unas ruinas!!.

Helas.










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