martes, 7 de agosto de 2012

07-08-12 El Bagad de Lann Bihoué nos deja de caer bien

Nuestro apabullante conocimiento de Lorient hace que no tardemos en dejar el coche más de media hora y a apenas tres leguas de la zona del festival. Ecselente.

Con puntualidad bretona, llegamos al pabellón gallego, nos hacemos fuertes en la mesa más mejor de todas y Tati, amable como siempre, pone ante nuestros ojos una botella de albariño con la cual disfrutar más, si cabe, de Vaamonde, Lamas & Romero. Recordemos que P.  la noche anterior no los había visto debido a la esisión del grupo (del nuestro, no de Vaamonde, Lamas & Romero) y que tenía ganas de verlos tras los elogios por mí vertidos.

De nuevo sin fallos, de nuevo bárbaros, de nuevo divertidos, el trío pasó a convertirse en el tercer grupo del ya macrofestival que alguna vez montaremos en Madrid (recordamos que a los mencionados gallegos les acompañarán en cartel, Barrule y Tiruleque).


 Para ver a Vaamonde, Lamas & Romero no hay edad

5 minutos. Ése fue el crédito que les dimos a Ny Fennee, un grupo tradicional de danza de la Isla de Man, crédito que lamentablemente desperdiciaron, aunque el comienzo había sido prometedor.
Las pequeñitas de Ny Fennee, justo antes de que salieran unos payasos con unos palitroques y comenzaran a ahuyentar al público.
Una lástima, porque sus hermanas mayores tenían actuación en otro lado y esas sí que... en fin, que eran grandes bailarinas.

No nos quedaba otra salida: nos teletransportamos de inmediato a la barra de Galicia con nuestro albariño y, para asentarlo, una (gran) ración de empanada, todo ello previo a lo que prometía ser el gran evento al que íbamos a acudir en Lorient: el 60 aniversario del Bagad de Lann Bihoué.

Dejo para la posterior entrega el encuentro con la familia francesa y paso a narrar el magnífico evento al que íbamos a acudir.

El año anterior habíamos descubierto el Bagad de Lann Bihoué, a quienes vimos tres veces durante los apenas tres días que estuvimos en Lorient. Quedamos encantadísimos con su performance y especialmente con su director Christophe Le Govic, todo un showman.

Pero este año teníamos la mosca detrás de la oreja. El día del concurso de bagadou (el plural de bagad para aclarar) vimos a nuestro Christophe como director de otra banda y al día siguiente, durante el gran desfile mundial de las naciones celtas comprobamos que el bagad de Lann Bihoué había pasado a estar dirigido por un tipo desagradable y payaso. No era el más desagradable y payaso de todos, éste:



sino uno también desagradable y payaso, pero menos. Éste:



O era al revés. Bueno, fuese el uno o fuese el otro, el caso es que nos presentamos, cerveza en ristre, al concierto y nos quedamos pasmados ante la megacola que había esperando, una cola en la que P. y servidor, ya talluditos, no éramos precisamente los más mayores. Los más pequeños tampoco (recordemos la sempiterna presencia de niños pequeñitos y rubios en Bretaña), pero casi.

En ese momento no lo sabíamos, pero acabámos de entrar en lo que un par de días después definimos como modo pàs: las cosas empiezan a no encajar y uno se vuelve negativo y prevé todo negativo. Es verdad que la espera se hizo más agradable con la presencia de un niño llamado Phineas (Fíneaz según su graciosa pronunciación), pero el caso es que, con otra cerveza en ristre, entramos en la sala y nos ubicamos céntricamente.



La cosa prometía

La experiencia del año pasado con the Chieftains, más la de éste con el desfile ya me decía que los bretones de modales a la hora de estar en un concierto andan escasos, pero este año me las tuve que ver con Ornella Ballenatto y sus poderosos e inamovibles 120 kg. 

El comienzo fue descorazonador, echamos de menos a Bisbal marcándose el Ave María y P., con buen criterio, promovió un paso atrás hacia la zona descongestionada, lo que nos permitió empezar a gritar como posesos y a explayarnos cuando salió un tipo -qué sé yo el ejemplo para España, una especie de Serrat + Dyango + Víctor Manuel- a cantar una canción que todo el mundo coreaba (todo el mundo... en fin, ya he dicho que nosotros éramos de los jovencitos).

Oigan, que el tipo sería un crakc y la canción un himno para la Francia, pero que los que estaban detrás eran un bagad.

No sé, es como si en un concierto de Milladoiro salen Los Lunnis.

Despotricamos todo lo despotricable y, sí, tras haber pagado no sé cuántos euros, a la media hora de haber empezado el concierto, escupimos en el suelo al modo de la mafia siciliana y abandonamos al Bagad de Lann Bihoué, que ya nos caía mal, y volvimos a refugiarnos en sagrado.

Y ahí es donde el acento español cobra importancia.

No se vayan, amiguitos, que aún hay más.

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