Quimperlé, cuidad con barrio y barrio bajo, con preciosa catedral circular, con sus casitas de entramado de madera, con su río con riberas floreadas... y sin nadie, absolutamente nadie por la calle a las 2 y cuarto de la tarde.
Perdonen los extraños planos que se muestran, pero resultaba difícil esquivar los cientos de cabezas que se cruzaban en cada posible plano.
Ah, ¿que ustedes tampoco ven a nadie?
Pero al turista accidental a veces la suerte le sonríe y esto fue lo que nos sucedió con el pub Le Medieval, junto a la catedral y anexo a las ruinas de un monasterio (en las que, por supuesto, y siguiendo la más ancestral tradsición bretona habían colocado un párking). De hecho el interior tenía muros que pertenecían al monasterio (nunca harán pis en un lugar con tanta seguridad de que ni oirán ni serán oídos).
A mano izquiera puede verse el cartel de Leffe del pub.
A mano inferior, puede verse la propia Leffe en su estado natural.
Allí, a deshora y pese a ser domingo y pese a ser Bretaña, cometieron la herejía de darnos de comer, de beber y de poder ver cómodamente un poco de Juegos Olímpicos (un poco de tenis, un poco de brisca, un poco de churro-media manga...). Supongo que las autoridades habrán ya precintado el local y detenido a los dueños.
Tras desnucarnos en el sofá y comprender que tamaños ronquidos en bar ajeno no son propios ni de nuestra edad ni de nuestra condición, nos decidimos a volver a casita, descansar un rato y prepararnos para una noche de acción. ¡¡Asúúúúúcar!!
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